Traducción teatral: ¡traducir desde el alma!
19.4.13
En un anterior artículo, con el título "El
palimpsesto o el arte de decir casi lo mismo" hice una primera reflexión
sobre la labor del traductor, y la del traductor de
teatro en particular. Esta vez, voy a ir adentrando más en el tema, en
un intento de trazar las grandes líneas del arte de traducir teatro.
Para empezar, me gustaría tratar de definir qué
es exactamente traducir. Uno podría decir que traducir,
en general, es ser consciente del sistema que rige dos lenguas, además de la
estructura del texto que se tiene que traducir. A partir de
allí, la misión del traductor consiste en crear una copia de
esta estructura pero a partir de otro sistema lingüístico, con tal de provocar
al lector de la traducción las mismas sensaciones a nivel
sentimental, fonológico, estructural etc.
Podríamos comparar la traducción teatral
con un inmenso laberinto. El traductor que está atrapado en
él, cree constantemente que ya ha encontrado el buen camino para llegar a la
salida, y justo en el momento en el que está a punto de gritar en plan
triunfador "eureka", se da cuenta de que se ha vuelto a perder. Un
mar de dudas a las que uno tiene que encontrar respuestas firmes, que a su vez,
engendrarán otras dudas, y así sucesivamente, hasta que se entregue la traducción...
¡con una gran duda...!
Cuando se traduce una obra de
teatro, el traductor vive y respira dentro del mundo de la
obra. La traducción de teatro es un viaje por el mundo que se nos abre delante
de los ojos, es ver las imágenes, oler los olores, formar parte de la
escenografía, sentir, oír, ver, oler junto con los personajes. El traductor
se identifica con la obra, sus cinco sentidos están allí, tiene la obligación
de "montar" la obra y de "actuar" en ella, reír con lo que
da risa, llorar con lo que hace saltar las lágrimas, oír en sus propios oídos
lo que dicen los personajes, imaginar a los actores, sentir el ritmo...
Uno de los elementos más importantes a la hora de
traducir teatro es saber cómo suenan las palabras, cómo suena
el texto en los oídos de un hablante de la lengua de llegada, la carga afectiva
que tengan ciertas palabras y las emociones que puedan evocar. Cuando uno traduce
teatro, la voz y los diálogos de los personajes toman vida en la
mente del traductor, el peso de cada palabra le atormenta
constantemente. Para poder traducir de manera eficaz, hay que
colocar cada frase en una situación verosímil, imaginarla en la boca de un
hablante nativo de la lengua a la que se traduce. Es la única
manera de poder escuchar cómo suena tal frase, de pesarla, de conseguir
calcular sus connotaciones.
Así pues, si queremos de nuevo ilustrar la traducción
teatral, la podríamos comparar con una balanza. Por un lado de la
balanza ponemos la frase, la imagen del texto original y por la otra se buscan
en el almacén de la cultura lingüística de la lengua de llegada aquellos
contrapesos que sean susceptibles de volver a equilibrar la balanza.
En la traducción de teatro, el traductor
debe recoger, sacar de todos los rincones de su mente, de todo el abanico de
sus conocimientos enciclopédicos, de todas las experiencias humanas, tanto las
que uno ha vivido en su propia piel como las que le han llegado a través de
libros, periódicos, narraciones, revistas, películas etc., las frases, las
palabras, la lógica que rige los diálogos, teniendo en cuenta la posición social
de cada personaje, la relación que los personajes mantienen entre ellos, la
época en la que transcurre la trama, el perfil ideológico y los objetivos de
cada personaje, con tal de que todo lo que se dice encima del escenario fluya y
suene natural.
En un texto teatral, cada signo de puntuación,
cada pausa, corta o larga, constituyen una decisión consciente del autor, la
cual se transforma, a su vez, en una decisión consciente del director a la hora
de dirigir y del actor que encarna el personaje a la hora de actuar. Así pues,
cuando una obra se traduce a otra lengua, le toca al traductor
tomar una decisión consciente en un intento de trasladar exitosamente a la
lengua de llegada esta primera decisión consciente que tomó el autor, para que
luego el director y el actor del texto traducido puedan a su
vez tomar sus propias decisiones.
Se podrían escribir muchos más ejemplos que
arrojen luz sobre el proceso de la traducción teatral. Sin
embargo, el formato de un artículo no es el más adecuado para exponer
detalladamente todas las dimensiones del arte de la traducción teatral.
Más bien necesitaríamos una tesis doctoral para hacerlo. ¡Lo que sí puedo
declarar con firmeza es que la traducción de teatro es un
camino lleno de obstáculos pero a la vez repleto de satisfacciones!
FUENTE:
http://www.artezblai.com/artezblai/traduccion-teatral-traducir-desde-el-alma.HTML
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