El regreso de los editores y traductores de calidad
30.9.13
2008. Editoriales independientes. Surgieron como reacción a un mapa editorial concentrado. Han ganado público y espacio con catálogos notables.
El 2008 fue un año decisivo para el ecosistema editorial argentino, porque aparecieron un puñado de editoriales independientes que engrosaron el plantel de sellos de calidad, esos que empezaron a brotar en 2003, y terminaron así de visibilizar una verdad a voces: que casi todo lo mejor que vamos a leer en la década vino y vendrá de esa usina de lo autogestivo.
La bestia equilátera, Eterna Cadencia, La compañía y Negro Absoluto son algunas de las casas editoras que aparecieron aquel año, y sumaron sus nombres a una lista a la que debemos algunos de los mejores libros de la década: Interzona, Mansalva, Tamarisco, Entropía, Caja Negra, Mardulce, Adriana Hidalgo, Santiago Arcos, Bajo la luna, Pánico al pánico, Milena Caserola.
Podríamos decir que la aparición de estos proyectos fue al mismo tiempo producto de un deseo y de una reacción; el deseo de publicar aquellos textos que intervienen con fuerza en el sistema nervioso de la tradición local, y la reacción ante un mapa editorial cada vez más polarizado y concentrado sobre dos o tres grupos que fueron dejando de publicar literatura y ensayo de calidad para apostar a la circulación de un libro masivo en la era del eclipse del libro en papel.
En ese sentido, las editoriales independientes tomaron un espacio que los grupos trasnacionales habían abandonado y convirtieron lo que estaba por convertirse en una tierra yerma en su pequeña mina de oro literaria. Además, todos estos sellos actualizaron dos figuras vertebrales del siglo XX que el nuevo siglo pareció amenazar: la del editor que erige un catálogo con una línea estética, política y conceptual definida, y la del traductor argentino.
La tendencia no es sólo argentina, aunque acá explotó un poco antes. En España, por ejemplo, el mapa está muy dividido entre los tres grandes grupos que marcan también la agenda de publicación latinoamericana y un reguero de editoriales de dos o tres personas como Alpha Decay, Blackie Books, Periférica, Nórdica, Impedimenta, etc.
Y el caso de Anagrama, desde luego, que es una sobreviviente de un tiempo realmente perdido, con editoriales enormes pero gestionadas por un pequeño grupo que está en todos los procesos de la arquitectura del libro: el scouting , la edición, el diseño, la distribución, la prensa, los derechos extranjeros. Lentamente, las así llamadas “grandes independientes” van bajando la guardia: según Liborio Barrera, “sin claros herederos en sus familias, se han visto finalmente obligados a compartir la propiedad con otras empresas para asegurar su continuidad: Anagrama ha vendido a Feltrinelli, Tusquets se ha ‘sumado’ a Planeta, y Lumen fue vendida al Grupo Random House Mondadori”.
Si leemos lo que han publicado estas editoriales como un enorme catálogo, cada sello allanó su propio camino en las estéticas del presente: Interzona dándole un primer marco editorial a una generación; Entropía jugando el juego arriesgadísimo de publicar primeros libros; Mansalva combinando tradiciones de avanzada como la poesía de los 90, la narrativa irreverente, el testimonio y las artes plásticas; La bestia equilátera a la búsqueda de la rareza anglosajona para darle el golpe de gracia de una buena traducción argentina; Caja negra cruzando vanguardia, pop, ensayo duro y textos marginales de autores centrales. La lista es extensa. Con criterio, las editoriales independientes leyeron las posibilidades del mercado y armaron un esquema de crecimiento sostenido: si al principio los títulos salían con una tirada de mil ejemplares, hoy hay libros de literatura no prefabricada que venden 3 mil o 4 mil ejemplares. Estas editoriales han hecho ya el trabajo más dificil: despertar a los lectores dormidos, e inventarlos ahí donde no había ninguno.
FUENTE:
http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/editoriales-independientes-regreso-editores-traductores-calidad_0_1001299945.HTML
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