Anne McLean,
la traductora de los mil amantes en español
9.12.13
Anne McLean confiesa que tiene demasiados amantes. Sólo que no se trata de personas.
McLean es actualmente una de las traductoras al inglés más conocidas de la
literatura en español y, como tal, ella no sólo termina queriendo a muchos de
sus libros -obsesionada con sus historias y sus personajes- sino que se encarga
de convertirlos de la manera más fiel posible a otra lengua muy diferente.
En el caso de ella, en particular, sí que no se cumple el adagio de que el
amor es el idioma universal.
Ganadora dos veces del Premio de Ficción Extranjera en Reino Unido del diario
The Independent -que reconoce tanto al autor como al traductor- McLean
viajó recientemente a Washington para participar en un evento de la Biblioteca
del Congreso y allá, donde se guardan algunos de sus amores, conversó con BBC
Mundo.
"My absolute dios"
Así como reconoce que se ha enamorado varias veces, también explica, otra vez entre risas, que tiene un favorito indiscutido: las obras del escritor argentino Julio Cortázar.
"He is my absolute dios", dice en una mezcla de español e inglés que le
resulta muy cómoda a esta mujer nacida en Hamilton, Ontario.
Gracias a ese dios absoluto, entre otras cosas, McLean se volvió traductora:
fascinada por los juegos del lenguaje que emplea el argentino y por las
diferencias que empezó a notar cuando lo leía en diferentes idiomas, decidió que
lo suyo era eso: quería dedicarse a traducir amores.
Con el paso del tiempo, no sólo se encargó de algunas historias de ese
argentino que la obsesiona -así lo admite- sino que también ha adaptado las
obras de escritores como los españoles Javier Cercas y Enrique Vila-Matas o los
colombianos Evelio Rosero, Héctor Abad Faciolince y Juan Gabriel Vásquez.
Minuciosa
Estos últimos dos, en diálogo con BBC Mundo, dan fe de su carácter y de cómo
el amor la ha llevado a extremos inusuales para el oficio de un traductor.
Vásquez, por ejemplo, cuenta que recorrió con McLean los billares del centro
de Bogotá donde transcurren algunas escenas de su libro "El ruido de las cosas
al caer", que ella tradujo hace poco. Y agrega que leyó unas mil páginas sobre
el Canal de Panamá para traducir otro de sus libros, "Historia secreta de
Costaguana".
En la misma línea, Abad Faciolince explica que la ha visto trabajar "con una
paciencia y una minuciosidad obsesiva, tratando de captar los matices secretos
de nuestra lengua, que funciona de un modo tan distinto al inglés".
McLean, por supuesto, no es la única traductora que se destaca en el medio de
las letras en español. Más bien se suma a la lista de especialistas que han sido
reconocidos por ayudar a abrirles un campo a los escritores de la región en el
mundo anglosajón (ver recuadro).
A convencer a las editoriales
Es un trabajo difícil, que no tiene un mercado asegurado: la revista británica The Economist recordó el año pasado que sólo 3% de los libros publicados anualmente en Estados Unidos y Reino Unido se traduce de otra lengua. Y de ese porcentaje, la ficción es menos de 1%.
Quizá por eso Anne McLean no sólo se encargue de traducir. Cuando un libro la
enamora, cuando escucha a los personajes en su cabeza y dialoga con ellos,
cuando en su labor solitaria siente sosiego en las historias ajenas, entonces
también decide salir en busca de una editorial.
Eso, por ejemplo, ocurrió con Abad Faciolince y su texto catártico sobre la
muerte violenta de su padre, "El olvido que seremos".
El mismo autor reconoce que "si no fuera por su insistencia, mi Oblivion
-como se llama la traducción- no se habría publicado nunca en inglés".
Ahora, claro, el libro traducido está en muchas estanterías y McLean puede
alegrarse por ese pequeño triunfo que logró con su traducción silenciosa.
Ya lo dice Héctor Abad: "Es un oficio tan hermoso y tan discreto el de
traductor, que cuando mejor funciona es, precisamente, cuando menos se nota su
mano".
¿Cómo se traduce 'desamor'?
A McLean no le gusta hablar en público ni estar bajo el foco que persigue a muchos escritores y, más bien, se siente cómoda en su casa en Toronto, donde puede dedicarse a sus anchas a jugar con el lenguaje.
Como parte de ese juego, explica que es difícil traducir las diferencias
regionales del español, que en muchos casos, su trabajo es intuitivo y las
respuestas le llegan de las maneras más extrañas: puede encontrar una palabra en
medio de un concierto o despertarse a medianoche con la mejor traducción para
una frase.
Por eso guarda un cuaderno al lado de su cama.
"Uno de los aspectos más importantes sobre mi labor de traductora es la
humildad para reconocer que no sé algo o no puedo decirlo del mismo modo en otro
idioma", explica.
Y ofrece un ejemplo: "No hay una palabra en inglés para traducir el desamor.
No. No la hay".
Quizá no existe. O quizá, más bien, la desconoce porque no forma parte de la
naturaleza de su trabajo: Anne McLean sigue enamorada.
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