'Los Miserables', al completo
6.2.14
Parece mentira que, a estas alturas del siglo XXI, los lectores españoles tengan que seguir preocupándose por la censura. Pero así es. Todavía existen clásicos de la literatura universal que no han llegado a nuestras librerías en todo su esplendor y que continúan siendo publicados a partir de la traducción sesgada que se hizo en su momento. Tal era el caso de 'Los Miserables', gran clásico de las letras francesas y obra cumbre de la lucha contra las injusticias que, no obstante, aún no habíamos podido leer íntegramente. Los anteriores traductores censuraron algunos párrafos que no eran del agrado de nuestros antiguos gobernantes o cometieron errores de no poca relevancia a la hora de pasar el texto a nuestra lengua. Y han tenido que pasar más de ciento cincuenta años para que llegara María Teresa Gallego Urrutia, una de las mejores traductoras del francés en este país, y se pusiera manos a la obra con unos personajes -monseñor Bienvenu, Jean Valjean, Cosette, Javert...- que ahora, gracias al encargo realizado por Alianza Editorial, ya podemos conocer en toda su amplitud.
- -¿Podría darnos tres motivos de peso para leer 'Los Miserables' en los tiempos que corren?
- Podría dar mucho más de tres de motivos para leer a los grandes novelistas del siglo XIX. Pero destacaré sólo uno: la literatura en general y la novela en particular son una máquina del tiempo al alcance de todo el que quiera subirse en ella. Las novelas de todas las épocas nos permiten vivir en tiempos que, por lo demás, no podemos considerar pasados puesto que de ellos proceden los tiempos actuales y los futuros, vivir codo con codo con sus protagonistas los acontecimientos que recoge la Historia y también la vida cotidiana. Son una de las formas más fascinantes de viajar que puedo concebir: el viaje en el tiempo. Y 'Los miserables' es un viaje formidable.
- -Todos los personajes de esta novela tienen una fuerza extraordinaria: monseñor Bienvenu, que consigue enmendar a un ladrón con tan solo unas palabras; Jean Valjean, que se ve obligado a reinventarse en varias ocasiones a lo largo de su vida; Cosette, que hasta los ocho años sólo conoce el sufrimiento; Javert, el policía que no ve más allá de la ley... Usted se ha pasado tres años haciendo esta traducción, así que alguno de estos personajes tiene que haberse convertido en un amigo para usted. ¿Cuál de ellos?
- Siento un afecto muy marcado por Jean Valjean, es imposible no sentirlo. Es la encarnación de la bondad, de la generosidad y de la honradez. Pero también me siento muy encariñada con personajes que no por ser menos conocidos deben considerarse ni mucho menos personajes secundarios: Éponine, la hija mayor de los Thénardier, que ama sin esperanzas a Marius y que da la vida por él; el señor Mabeuf, tan necesitado de los libros que, cuando la miseria lo obliga a vender el último que le quedaba, va a morir a la barricada de los jóvenes revolucionarios; Grantaire, el amigo leal de Enjolras. el líder de esos jóvenes... Y siento una simpatía irreprimible por el abuelo de Marius, el señor Gillenormand, egoísta, tiránico, reaccionario, pero tan enamorado de la vida, tan arrolladoramente joven a sus noventa años...
- -Uno de los principales retos a la hora de traducir 'Los Miserables' era la recuperación de fragmentos que habían sido censurados en ediciones anteriores. En España se habían cercenado párrafos donde se hacía alusión a asuntos religiosos o monárquicos, pero también a temas de corte político o incluso sexual. ¿Podría explicarnos qué nuevos elementos aparecen en la versión que usted ha traducido?
- En alguna de las primeras traducciones se suprimieron, efectivamente, párrafos o frases referidos a sucesos políticos o a opiniones referidas a la religión. Lo más grave, sin embargo, no fue eso, sino que en algunos casos, una vez suprimido el texto original, se volvió a escribir otro que decía todo lo contrario, alterando por completo el punto de vista de Victor Hugo y sus intenciones. No existen, en cambio, supresiones de nada relacionado con el sexo porque nada del original dio pie a ello. Los miserables es un libro tan exaltado social y políticamente cuanto púdico en temas amorosos.
- -Además, la traducción que hasta la fecha se solía encontrar en las librerías españolas era la realizada por Nemesio Fernández Cuesta a finales del siglo XIX. ¿Qué carencias presentaba dichas traducción?
- Ha sido ésa efectivamente la traducción más publicada. Y me temo que por motivos no muy loables. Quiero decir que, al pasar al dominio público esa traducción cuando transcurrió el preceptivo período de tiempo tras la muerte de su autor, cualquier editorial podía disponer de ella sin coste alguno. No es sea eso un hecho reprobable en sí mismo, pero, en mi opinión, sí lo es que no introdujeran dichas editoriales algún comentario, nota o apéndice en que se remediasen las mutilaciones de la obra original. Por supuesto es mucho más fácil y más barato limitarse a reproducir la traducción sin más. Pero no me parece que eso sea respetar al lector. Como digo en el prólogo que Alianza Editorial me pidió para esta traducción, el traductor cuenta hoy en día con más medios de investigación y puede remediar carencias de traducciones anteriores que no son imputables a los autores de esas traducciones sino a peores condiciones para realizar su trabajo. No obstante, sí me sorprende siempre, en cambio, que en traducciones al castellano de obras del siglo XIX se use el tratamiento "vos", que en ese siglo no existía ya en nuestra lengua pues estaba plenamente implantado el "usted", y aún me sorprende más en traductores que vivían también en el XIX (como es el caso de Fernández Cuesta) y, por descontado, no usaban el vos en su vida diaria ni lo hallaban en los escritores españoles de esa época, contemporáneos suyos y, en buena parte, de la obra original. Sucede también en algunas de las realizadas ya en el siglo XX. Y la verdad es que ese anacronismo resulta muy molesto y muy artificial.
- -En el mundo de la traducción, hay dos teorías dominantes: por un lado, están quienes opinan que, cada cincuenta años, hay que volver a traducir a los clásicos para adaptarlos al 'tono' de la época moderna; y por el otro, están quienes, como usted, creen que los clásicos deben conservar el tono con el que fueron escritos. ¿Cuál de los dos casos se adaptaba mejor a Víctor Hugo?
- En todos los casos, no sólo en Victor Hugo, yo soy de la "escuela" que, sin caer en el pastiche, cree que el lector debe notar que está leyendo una obra de una época anterior y el traductor debe utilizar lo más posible el vocabulario y la melodía de la época correspondiente. Y, desde luego, cosa que está al alcance de cualquier traductor digno de tal nombre, no se debe caer en anacronismos como el citado en las líneas anteriores ni, en sentido contrario, en el anacronismo de usar palabras de aparición posterior a la época en que se escribió la obra original. Un buen diccionario etimológico es indispensable. También son de gran utilidad ediciones antiguas del diccionario de la RAE. La biblioteca de diccionarios, tanto física cuanto virtual, de un traductor tiene que componerse de capas geológicas y hay que buscar en la capa geológica adecuada a cada libro. En cuanto a lo de volver a traducir los clásicos o no... se pueden traducir cuantas veces se quiera, por descontado... pero no pienso que sea una norma imperativa. Hay que volver a traducir los que no cuentan con buenas versiones por los motivos que fuere, eso desde luego. Pero hay obras de las que existen traducciones excelentes desde hace muchos años... se pueden volver a traducir, ¿por qué no? Pero no porque sea indispensable... O sea, no creo que haya que volver a traducir por sistema y, sobre todo, no creo en absoluto que haya que dar un "tono" moderno, es más, creo que hay que NO darlo. Dicho lo cual, bienvenidas sean todas las nuevas traducciones de los clásicos porque eso los vuelve a llevar a las mesas de novedades de las librerías.
- -Su traducción respeta la 'melodía' del castellano literario de la época, es decir, emula la forma de escribir de los escritores del siglo XIX. ¿Qué autores españoles de aquel entonces tenían un tono similar al de Victor Hugo? Es decir, ¿qué escritores le han servido de inspiración a la hora de afrontar esta traducción?
- Emular, quizá sea mucho decir... Eso sería seguramente imposible y podría resultar ridículo incluso... Pero desde luego sí pongo un empeño deliberado en que, en castellano, haya una constancia de la época en que se escribió la obra. Lo importante -lo que a mí me parece fundamental- es conservar eso que yo llamo "la melodía de la época". Tenerla interiorizada en las dos lenguas. Y que el libro cante con esa melodía. Para mí hay dos cosas que tienen que estar en la traducción de una obra: el estilo del escritor y la melodía de su época. Lo cual equivale a decir que no puede uno inspirarse en otro escritor, pues eso sería una infidelidad al estilo del escritor al que estás traduciendo... pero, en cambio, si tiene que sonarte por dentro mientras trabajas la música de la lengua del siglo XIX -o del siglo que corresponda- y tienes que escribir a ese compás.
- -Usted es una de las traductoras españolas que defiende con más vehemencia las nuevas tecnologías, ya que proporcionan herramientas de enorme utilidad para el ejercicio de su profesión. Sin embargo, la era digital también ha supuesto la aparición de traducciones espantosas de grandes clásicos, principalmente como consecuencia de la aparición de editoriales digitales que quieren vender a los clásicos -libres de derechos- pero no quieren pagar a los traductores profesionales, por lo que encargan el trabajo a traductores de segunda y tercera fila. ¿Cómo afronta un traductor profesional los nuevos retos de la tecnología?
- No, las "traducciones espantosas" no son una consecuencia de la era digital. Son la consecuencia de la existencia de editoriales o de empresas tramposas que recurren a traducciones libres ya de derechos de autor (y no pocas veces se adueñan de traducciones que todavía tienen derechos de autor, con la esperanza de que el autor o sus herederos no se enteren) y las mutilan y cercenan para venderlas en formatos digitales baratos o añadirlas como "regalo" (regalo envenenado, por cierto) a la publicidad de sus aparatos lectores. Por lo demás, y en todos los terrenos y todos los formatos, las editoriales que realmente se respetan a sí mismas, respetan la literatura y respetan al lector, cuando van incorporando a sus filas a profesionales aún inexpertos porque están empezando, a nuevas generaciones de traductores, los tratan con la suficiente consideración para que esos traductores se vayan perfeccionando con la práctica y no sean nunca traductores "de segunda o de tercera fila". Son editoriales que coinciden con la frase que una vez me dijo Luis Magrinyà, el director literario a Alba Editorial: "Para una editorial honrada el traductor no es un gasto, es una inversión". Las que tienen otros criterios, podrán ser "industrias editoriales", pero, desde luego, no son "editoriales" en el sentido pleno, digno y noble de la palabra. En cuanto a la tecnología... es lo que es, una ayuda... no un fin, sino un medio. El traductor profesional, que es un trabajador que vive de su trabajo, tiene ahora a su alcance medios de investigación que antes no podía permitirse ni por tiempo ni por posibilidades económicas. Internet es una herramienta extraordinaria de investigación. Y un traductor es por definición un investigador, amén de un escritor (un escritor que escribe con pie forzado como tan atinadamente lo define Miguel Sáenz). Y no le queda más remedio que ser un erudito e ir adquiriendo saberes enciclopédicos. La era digital le facilita mucho el cumplimiento de esas obligaciones profesionales suyas.
FUENTE:
http://www.elmundo.es/yodona/2014/02/06/52efb1fdca4741443c8b4573.html
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