domingo, 30 de marzo de 2014

La traducción de Evgueni Onieguin

23.2.14

La reciente traducción de Evgueni Onieguin, el poema nacional ruso nacido de la pluma de Aleksander Pushkin, provocó una serie de reflexiones entre los especialistas en literatura eslava: el texto de la escritora Laura Estrin -cedido en exclusiva a esta agencia- no es más que la prueba de su vigencia.


La traducción, debida a la pericia de Fulvio Franchi, es publicada por las ediciones Colihue. Esta es la reproducción del escrito leído durante la presentación.

"Onieguin termina con la respuesta de Tatiana. Así escribe Tsvietáieva: que Tatiana lo sigue esperando en ese banco del jardín, sentada, para siempre. Esperará siempre porque no cambia nunca, eso dice Dostoievski en su conocido discurso de homenaje a Pushkin. La literatura viene del futuro o vive para siempre, vuelve en nuevas traducciones, tal vez como el Pushkin de Rossini, asegura: Sin que la dura crítica le importe,/ él siempre el mismo,/ siempre nuevo.

"Franchi escribe una nueva traducción de Evgueni Onieguin, el poema-novela nacional ruso. Leemos ese libro. Pushkin y esta traducción nos llevan otra vez de la mano de esa historia realista y lírica, a medias campesina, a medias mundana: historia del tiempo, historia de la historia rusa de comienzos del XIX, cuando se sabía todo pero luego no se pudo casi nada. Historia de un fracaso, cruce de amor, disloque de afinidades electivas truncas. Historia de un duelo. Bien dice todo eso el estudio que propone esta nueva edición.

"Historia del tiempo. Pero nuevamente, historia de Tatiana. Las historias de amor de mujeres no tienen un final -dice Tsvietáieva- y Franchi elige leer su Onieguin en paralelo a esa perspectiva justa y específica de Mi Pushkin. Por eso afirma: Y lo que hace tan popular, tan nacional, tan ruso al Onieguin es, básicamente, este personaje femenino. También lo dice Bielinski en el artículo incluido en el Apéndice documental de esta edición. Sección que incluye poemas de contemporáneos de Pushkin y fragmentos extensos del Onieguin que quedaron fuera de la edición conocida.

"Se puede traducir poesía, se puede leer en traducción y amar una literatura de la mano de Irina Bogdaschevski, de Selma Ancira, de Fulvio Franchi, quienes van componiendo para nuestros ojos la literatura rusa en castellano.

"Y la literatura rusa se escribe en Onieguin con citas y citas: lee el autor y escribe lo que lee y junto a lo que lee, y leen los personajes viviendo lo que leen. Pero no es literatura para la literatura lo que los rusos cruzan, sino tientos y frases para la vida. Desde libros de economía hasta los clásicos griegos y latinos, de Byron -del que todos repiten su relación con Pushkin- a Petrarca, Dante, Shakespeare... Pero mejor Pushkin cruza en su obra a sus rusos, a Griboiédov, a Derzhavin, a Karamzín, a sus contemporáneos.

"Y esta edición vuelve a mostrar que todas las páginas tienen extensas notas del autor, el autor se recuerda, se habla, se anota, se pone en su obra. Pushkin no abandona su libro en ninguna de sus páginas, su fuerte presencia acompaña con diversas precisiones y remisiones directas a su vida, su historia, su paisaje, sus versos. El libro viaja a través de un bosque de referencias concretas y cercanas al mundo que lo rodeaba: se ha marcado esto como índice fundacional de géneros, modernidad de sus primeras formas, dichas en el correr de la escritura misma, como cuando leemos: Los años tienden a la dura prosa,/ ahuyentan a la rima, niño inquieto/ y a mí -con un suspiro lo confieso-/ me da pereza arrastrarme tras ella.

"Pero prefiero pensar que son la fuerza de Pushkin en su novela, la extrema presencia del autor en su obra. Y los autores fuertes se citan a sí mismos en sus libros: así Pushkin en Onieguin refiere su poema El demonio o sus primeros versos comentados por Derzhavin o memora a un personaje de Lafuente de Bajchisarai. Y aún más, Evgueni reaparecerá en El jinete de bronce.

"Así, desde el comienzo la potencia, los músculos del autor -como anotó Tsvietáieva- quedan apretados en su libro. Pushkin queda escrito en el Onieguin. Y los poetas elocuentes lo saben: Lermontov en su poema a la muerte de Pushkin dirá en los dos últimos versos, cercano a la frase de Lautréamont que repite Zelarayán en nuestra literatura: ¡Y ustedes no lavarán con toda su sangre negra/ la íntegra sangre del poeta!

"Pero una nueva traducción escribe otra vez lo que ya habíamos dado por clásico o sabido o muerto, lo que citábamos de memoria pero ya con poco corazón. Franchi aquí traspone más cercano a nuestra habla argentina los versos más citados del Onieguin: Se juntaron. La ola y la piedra,/el verso y la prosa, el hielo y la llama/ No tienen tanta diferencia. Se dice que cada generación vuelve a traducir a los clásicos, quizá esa afirmación no sea más que una variante de aquella que cuesta aceptar cuando somos grandes: cada generación vuelve a cometer los mismos errores que sus padres… Pero la literatura va para atrás replicando de otro modo, va para atrás para ser contemporánea.

"Pushkin puede allí y asi reflexionar: Escribía de modo oscuro y lánguido, (lo que nosotros llamamos romántico, si bien en ello de romanticismo /poco veo. ¿Qué importa?). Sin embargo, algunos clásicos son más que citas citables, más que recuerdos que repetimos en nuestra agujereada memoria, porque los verdaderos clásicos son personales, son los que se hacen vida, los que han acompañado nuestra vida, los que saben y nos han enseñado. Pushkin supo, Onieguin lo dice: dice que la vida es muy dura, que en ella reina la costumbre, que los amigos parten o mueren, que con el amor bromea el diablo o contundente escribe: En su alma, quien vivió y pesó no puede/ a la gente dejar de despreciar.

"Entonces Onieguin es más que una novela de costumbres, más que una novela de época y de tiempo, de un siglo de opuestos simultáneos (¡Bendito el día de las inquietudes,/ Bendita la llegada de las sombras!), de gestos que el traductor se encarga de precisar y de mostrarnos en relación a la literatura rusa contemporánea, un gesto de la mano de Tatiana nos lleva a Nabókov que lo explica y nos lo acerca a nosotros, difusos rusos ya, que aún tenemos los mismos gestos.

"Franchi hace renovada estela con su traducción, como en la estrofa XIV del sexto capítulo. En algunos segmentos, Onieguin nos recuerda la triste y enorme sabiduría de Dante en Vita Nuova o la de Pasolini en La divina mímesis: Alrededor de los cuarenta años, me di cuenta de que me encontraba en un momento muy oscuro de mi vida. Pushkin escribió: Dichoso el que en su juventud fue joven,/ dichoso el que a su tiempo maduró,/ quien gradualmente supo soportar/ el frío de la vida con los años/…. Pero es triste pensar que vanamente/ se nos ha dado nuestra juventud,/ que la hemos traicionado a cada paso,/ que ella nos engañó,/ que los mejores deseos nuestros, que todas nuestras frescas ilusiones/ se pudrieron vertiginosamente,/ como las hojas del húmedo otoño".


FUENTE:
http://www.diarioc.com.ar/inf_general/La_traduccion_de_Evgueni_Onieguin/218612

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