martes, 6 de agosto de 2013

La reglamentación de la Ley de Doblaje es
uno de los grandes logros del proyecto nacional

4.8.13


La reglamentación de la ley se complementa a su vez con la Ley de Servicios de Comunicación, y forma parte de un proyecto nacional que pone a la cultura y a sus gestores por delante de los intereses de quienes aceptan el manoseo político-cultural y permitieron que por décadas Hollywood se entrometa en la actividad del resto del mundo.
 
Es sabido que el doblaje del cine tiene que ver con viejas épocas, finales de la década del 20, cuando nació el cine sonoro y a la alternativa de subtitulado, se intentó en diferentes países imponer el doblaje, en especial en aquellos donde la precaria educación fuera de los centros urbanos, impedía a mucho público potencial ir al cine y leer aquellas traducciones.

Sin embargo, en los países de América latina se dio una circunstancia singular, por ejemplo en la Argentina, donde la gente estaba, y sigue estando, muy acostumbrada a ver el cine en su idioma original. La cosa cambia con la irrupción de los filmes para niños que tiene su primera aparición fuerte con Walt Disney.

Con la llegada de la televisión al promediar la del 50, se produce la segunda aparición del tema doblaje, con series y películas todas dobladas en el exterior, y así Hollywood comenzó un nuevo trabajo fino en la cabeza de los espectadores sentados en sus casas, fijando así la forma en que se debía encarar el tema.
Si el cine estadounidense tuvo como misión golpear a los cada vez más fuertes cines de todo el continente, pero en especial al argentino, la TV tenía como meta ser el ariete que rompería aún más con la idea de industria con identidad que el cine local había alcanzado una década atrás, porque la cuestión era invadir la casas de la gente y amoldarla a su oferta.

Con el golpe que derrocó a Juan Domingo Perón en 1955, y a pesar de la rápida firma de una primera Ley de Cine, la producción local todavía era respetada por su alta calidad, y eso seguía preocupando a los Estados Unidos, que ya habían tomado a la producción de cine como una cuestión más que de estado, aplicando un plan de defensa e invasividad casi militar pero sin uniforme.

La televisión postergó las voces de actores locales, posibles para un filme o serie a verse por TV, presentando otras, principalmente mexicanas, que hicieron del doblaje “neutro” una industria para actores, actrices y locutores de ese país, convirtiendo esa alternativa en un negocio cautivo.

A la idea muy difundida de que "una buena película no parece argentina" había que sumar que las buenas películas extranjeras, cuando llegaban a la TV (por entonces solo abierta), tampoco tenían nada que ver con lo nuestro. No cabía entonces duda alguna de que en el negocio del cine y series de TV, Hollywood debía tener el control y llegar al país con el enlatado terminado.

Algo que hay que tener en cuenta es que aquí se podía hacer un excelente doblaje "neutro", como incluso ya en la década del 50 y 60 se hacía en anuncios publicitarios, con actores conocidos, otros no, que más allá de su imagen en off eran tan idóneos y versátiles como los locutores.

Es más: en 1941, Walt Disney recorrió parte de Latinoamérica y llegó a Buenos Aires el 8 de septiembre estrenando al día siguiente “Fantasía” en el cine Broadway, y, poco después, visitó los estudios de Argentina Sono Film, donde acordó que el joven y ascendente director Luis César Amadori se encargara del doblaje para el mercado hispanohablante de sus próximos filmes.

Amadori, que tenía entonces 39 años, ya había dirigido diez películas para ese sello, y venía de estrenar éxitos como "Hay que educar a Niní" y "Napoleón", con Niní Marshall y Pepe Arias, respectivamente y siete años después alcanzaría su mayor éxito con "Dios se lo pague".

El vínculo había nacido poco antes con “Blancanieves y los siete enanitos”, “Pinocho”, y "Fantasía", y siguió con “Bambi” y “Dumbo”, pero Disney pensó que era mejor controlar esa etapa y llevó la actividad primero a Los Angeles, y después a México, y así bajar costos, y poder ver más de cerca a sus "empleados".

En esos doblajes locales participaron Miguel Gómez Bao (que fue Gepetto, en "Pinocho" y el Sr. Cigüeña en "Dumbo"), Pablo Palitos (Pepe Grillo, en "Pinocho" y Timoteo en "Dumbo"), Semillita (Polilla, en "Pinocho" y un chico en "Dumbo"), Lalo Malcolm y Cielito (Pinocho); Eduardo Rudy (Bambi joven), Norma Castillo (madre de Bambi, y el Hada Azul en "Pinocho"), Narciso Ibañez Serrador (Peter Behn, en "Bambi"), entre otros.

La relación con Argentina Sono Film y Amadori terminó igual que la del ilustrador Florencio Molina Campos, al ver que su aporte a Disney para convertir a Tribilín en gaucho para un film ambientado aquí, terminó en un breve episodio de "Saludos, amigos!" (1942), parodia de excelente animación, pero coherente con la mirada imperialista que Estados Unidos tiene sobre la región.

Después de muchos años y con la globalización Disney volvió en la Argentina a recurrir a actores locales para los doblajes, dejando en claro una vez más que aquí hay talento para que esto ocurra, por ejemplo en "Cars", "Los increíbles" y "Ratatouille", y lo insólito es que fue para dar valor agregado local a sus productos.

Durante décadas los actores y locutores argentinos reclamaron la posibilidad de ampliar su espectro laboral, de hecho asegurar trabajo genuino a un importante grupo de actores nacionales y devolver a la gente en los personajes de las series estadounidenses y de otros países un sonido algo más cercano.

Dice la reglamentación anunciada en hace un par de semanas que la decisión apunta a "la defensa de nuestra cultura e identidad nacional, circunstancia que se garantiza a través de la actividad desarrollada por actores y locutores que posean nuestras características fonéticas".

¿Porqué habiendo tantos actores y locutores de calidad, algunos con voces memorables o con la capacidad de generar mil voces, como lo hacen habitualmente estos profesionales, no fueron hasta ahora los que doblaban el cine o las series de TV que se veían en la pantalla chica local?.

Que a partir de ahora los filmes y series que se vean por los canales de TV locales tengan en buena proporción que ser doblados por argentinos habla a las claras de un proyecto político que incluye a la cultura respaldándola con leyes y otros ejemplos son los decretos que dispusieron considerar a los directores y actores de cine y TV como autores y así recibir derecho de autor.

El doblaje establecido para los filmes y series de TV tiene un efecto respecto a la identidad invisible, pero es reivindicativo para actores y locutores nacionales y, además, promueve la posibilidad de consolidar la idea de nuevas fuentes de trabajo para unos y otros, ampliando la oferta laboral.

Varios medios comunicadores intentaron confundir a la gente de a pie haciéndole creer que se trataba de una ley como la franquista que forzaría a doblar toda película extranjera, perjudicando a los que prefieren, con todo derecho, escuchar las voces originales con sus expresiones tal cual fueron hechas por los actores en su idioma, en el cine. Pero no es eso.

La TV de aire impuso el doblaje, seguramente por su masividad y llegada a cualquiera que encienda su receptor de TV, y así seguirá siendo, incluso en el cine, muchas películas que estrenan distribuidoras extranjeras, se presentan dobladas, sin excepción por voces muy extranjeras, de caribeños, mexicanos o venezolanos.

“La caridad bien entendida empieza por casa”, dice un viejo refrán. Pero en estos casos no se trata de eso sino de justicia, esa que reivindica como autores a directores audiovisuales, a actores dándoles derecho de autor y ahora a estos últimos y locutores permitiéndoles poner sus voces ya sea a personajes como Gregory House, Walter White y, por qué no, a los de Disney. 


FUENTE:
http://www.telam.com.ar/notas/201308/27544-la-reglamentacion-de-la-ley-de-doblaje-es-uno-de-los-grandes-logros-del-proyecto-nacional.html

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