martes, 23 de octubre de 2012

Tolstói y los periodistas




Creíamos saberlo todo del autor de ‘Anna Karénina’. A sus textos literarios y ensayísticos, cuya edición completa alcanza los noventa tomos, se añadió, después de la muerte del escritor, la correspondencia, los diarios personales y los recuerdos de sus contemporáneos. El crítico e historiador Vladímir Lakshin, tras una exhaustiva investigación en bibliotecas y archivos, recuperó, en 1986, más de un centenar de entrevistas publicadas en distintos medios. En la época del florecimiento de la prensa, y cuando el género de la entrevista era relativamente nuevo, las opiniones de Tolstói sobre los más variados temas eran un preciado material para periodistas y lectores. El rusista colombiano Jorge Bustamante, que ha traducido una selección de estas entrevistas, habla para Rusia Hoy sobre esta novedad editorial presentada recientemente en Barcelona.
 
Tolstói y los periodistas
Imagen tomada durante la presentación en Barcelona. De izquierda a derecha, Javier Jiménez (editor de Fórcola), Jorge Bustamante (editor y traductor del libro) y Marta Rebón (la crítica literaria y traductora) Fuente: Natalia Bustamante.
 
 
¿Cuál ha sido el criterio de su selección, los aspectos que ha querido destacar en ella?

Fue un proceso largo y difícil elegir las entrevistas que quería traducir. Inicialmente seleccioné 38, que fui reduciendo paulatinamente a 24. Me interesaba que tocaran aspectos novedosos, pero también que mostraran a Tolstói como un ser de carne y hueso, con sus virtudes y sus defectos.

Hubo conversaciones que empecé a traducir, pero que luego dejé, porque me parecían que se alejaban de ese propósito. Y así fue como fui encontrando una cierta y rara unidad que fue configurando el espíritu del libro. Desde la pianista polaca que va a visitarlo a su hacienda y le toca en las mañanas y en las tardes piezas de sus músicos favoritos, hasta aquella otra mujer que lo acusa ante la prensa de haberla plagiado.

Hay también ahí una joya, la de un periodista que quiere entrevistarlo durante una visita de Tolstói a Petersburgo, pero no logra hacerlo, y lo único que le queda es realizar una magistral crónica de la visita del ilustre visitante a esa ciudad. Después lo envié a Javier Jiménez de Fórcola Ediciones, quien de inmediato lo aprecio de manera generosa y realizó una edición muy pulcra y bella.

Imagino que en los años en los que están comprendidas estas entrevistas, la conversación era un elemento imprescindible para informarse de lo que sucedía en el país y en el mundo. Ahora disponemos de otros canales muy inmediatos, pero más pasivos. ¿El libro funciona también como un elogio a la conversación?

Pienso que sí, estas entrevistas muestran a un Tolstói al que le gusta conversar y hace de la conversación con el otro, con los otros, una celebración, una manera de estar con los otros, de intentar entenderlos y entenderse a sí mismo, de comprender el mundo y la época que le correspondió vivir. Uno siente que a Tolstói le gustaba pasear por su finca mientras conversaba con alguien venido de la ciudad y hablaba con él de todos los temas que iban surgiendo en esas caminatas.

En el libro se alude varias veces al tema de la traducción. Unas veces critica algunas versiones de obras suyas, otras se pregunta si la traducción es la responsable de que un autor como Ibsen se lea con demasiadas ambigüedades. Pero luego afirma que la traducción es la prueba de fuego de la buena literatura. “Yo tengo, mire usted, una regla netamente mecánica, un método para definir si un escritor, conocido o no, es realmente grande: la traducción”, explica Tolstói. A usted, como poeta, pero también como traductor (no sólo de este libro), ¿qué opinión le merecen estos comentarios en el debate eterno sobre la posibilidad de traducir? ¿Se decanta más por lo que nos dice Tolstói o por lo que piensa, pero no dice en voz alta, Fiódor Muskatblit, de que sí hay cosas que no se pueden transmitir?

Por lo que sugieren estas entrevistas Tolstói no estaba exento de contradicciones. Me parece justa esa primera apreciación suya que la mala traducción pueda ser el motivo de que el lector no tenga una experiencia plena con el texto. Sucede más frecuentemente con la traducción de poesía. Mandelstam y Brodski, ubicándose en el extremo, afirmaban que la traducción de poesía no era sólo imposible, sino también un crimen. Es por supuesto una afirmación a todas luces exagerada, pero no deja de tener al mismo tiempo un ápice de verdad.


Esa es tal vez la razón por la que la poesía traducida al castellano que existe de Pushkin no nos toca de la misma manera profunda y sensible a como toca a un lector ruso. Por otra parte, la segunda afirmación de Tolstói de que la traducción es la prueba de fuego de la buena literatura, aunque suene sugerente, no me parece verdadera. Hay magnífica literatura que es prácticamente intraducible, aunque se ponga el mejor empeño, y sólo se queda en el ámbito de la propia lengua. Aquí Pushkin es también otro ejemplo y en cada lengua suceden casos parecidos.  



TEXTO EDITADO.
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FUENTE:
http://rusiahoy.com/articles/2012/10/23/tolstoi_y_los_periodistas_21067.html

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