viernes, 28 de febrero de 2014

Contaminación lingüística

7.2.14

Como bien señalaba José M. Burgos en su escrito El maltrato de un lindo idioma [Perspectiva, 4 de febrero], la estrecha convivencia entre el inglés y el español produce adefesios de traducciones.
 
A los ejemplos aducidos, podrían añadirse otros: el letrero en inglés de un parque prohibía pescar. La versión castellana salió “pescando es prohibido”, en vez de “prohibido pescar”. Abunda el mensaje con la petición "llámame para atrás". Más de una joven ha escandalizado a los suyos al decir que su jefe la dejó "embarazada", cuando quiso decir "avergonzada".
 
Los caídos en combate son bajas, no "fatalidades". Para prohibir entrar en una propiedad, basta con "no pasar", en vez de "no traspasar". La advertencia a potenciales delincuentes no será "los violadores serán perseguidos", sino "los infractores serán enjuiciados".
   
La Real Academia de la lengua española y sus filiales hispanoamericanas protegen la lengua de las contaminaciones. Sin embargo, cada edición del diccionario oficial trae vocablos nuevos por no encontrarse equivalentes satisfactorios en español.
 
El inglés es una lengua más democrática, más práctica y menos controlada. En vez de traducir literalmente prefieren incorporar al idioma palabras como "cortadito" en las cafeterías o fiesta de "quince" en la publicidad sin decir " fifteen".
 
Se debe hacer un esfuerzo por conservar la pureza de las lenguas, pero es inevitable un cierto grado de contaminación en los conglomerados cosmopolitas como Miami.  

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FUENTE:
http://www.elnuevoherald.com/2014/02/07/1673008/contaminacion-linguistica.html

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