sábado, 11 de mayo de 2013

El Caso del Traductor Invisible

25.2.13


Iba escribir “El extraño caso…”. Pero enseguida he pensado que no, que no tiene nada de extraño. Que lo más normal es que el traductor sea bastante invisible. Cuando no, del todo.
 
Cierto que en la mayoría de los libros traducidos aparece su nombre en algún rinconcito de las primeras páginas, pero no es menos ciertos que cuando se cita o se trabaja con un texto que originalmente estaba en otro idioma, se suele pasar por alto el hecho de que, si ese texto lo estamos leyendo en nuestra idioma, es porque alguien lo ha traducido.
 
Las razones de ese ninguneo sistemático de la labor del traductor pueden ser varias.  Trataré de enunciar algunas:
 
La falta de imaginación. Esto se refiere sobre todo al lector, al público en general que, cuando lee un texto en su propio idioma, aun sabiendo que el autor es extranjero, no se le ocurre pensar que alguien tuvo que encargarse de la delicada tarea de pasarlo de un idioma a otro.
 
La inercia. La labor del traductor nunca ha sido valorada. Tengo varios ejemplares de obras clásicas (en rústica, es cierto) editadas a principios del siglo XX, donde el nombre del traductor no aparece ni en el rinconcito habitual. Y si esa labor nunca había sido valorada, ¿por qué había de serlo ahora?
 
La ignorancia. Es lo que claramente revela lo que una vez oí de cierta persona no totalmente inculta: “Hombre, si uno conoce el idioma en cuestión, traducir no tiene ningún mérito”.
 
La mala fe. Atribuible, como es obvio, al mundo editorial. Es sabido que el de traductor es uno de los oficios peor pagados. Si se destacase como debiera la labor traductora, resultaría raro que el nombre correspondiente quedase casi oculto en aquel rinconcito de las primeras páginas y, más raro aún, que se pagase con la miseria con que se paga. Así, que mejor mantener al traductor o traductora en el casi anonimato.


FUENTE:
http://antoniopriante.wordpress.com/2013/02/25/el-caso-del-traductor-invisible/

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