sábado, 19 de enero de 2013


Cartas escritas desde el alma


19.1.13
Son cartas de amor y de celos. De confesiones y poemas. Sobre el papel, Tsvietáieva y Pasternak desnudan su alma. Más contenidas y no menos hermosas son las palabras de Rilke, consciente de que la muerte se venía anunciando. Ajenos a la gravedad de su enfermedad, Pasternak desde Moscú y Tsvietáieva desde Francia, donde vivía exilada, planean un viaje para visitar a su adorado Rilke, encuentro que nunca se hizo realidad.


Cartas escritas desde el alma
 
Fuente: Gentileza de Selma Ancira.

Cartas del verano de 1926, publicada por la editorial Minúscula, nos sumerge en una historia de amistad que nació entre poetas de temperamentos apasionados. En la siguiente entrevista nos acercamos a este momento crucial de sus vidas de la mano experta de la filóloga y traductora, Selma Ancira. 


El año pasado usted tradujo tres obras de literatura rusa: Mi madre y la Música, La felicidad conyugal   y Cartas del verano de 1926. ¿Podría hacernos una presentación de este último libro?
Añado un cuarto libro importante para mí, al que titulé Paisaje caprichoso de la literatura rusa, y que publicó en México el Fondo de Cultura Económica. Se trata de una peculiar antología de la literatura rusa compuesta por algunas de las obras que he traducido en estas tres décadas de oficio. Comienza con Pushkin y termina con Tsvietáieva.
 
Me pregunta por las Cartas del verano de 1926. Se trata de un epistolario muy especial, en el que son tres los protagonistas: Marina Tsvietáieva, Rainer Maria Rilke y Borís Pasternak.
 
Tres poetas que parecen compartir un mismo secreto. Son conjurados, cómplices… Cada uno de los interlocutores ve en el otro a un poeta muy próximo a él en espíritu, e igual en fuerza. Se intercambian cartas escritas en una bella prosa lírica. Es un epistolario maravilloso en el que se establece un diálogo entre iguales, y en el que los poetas se comunican no nada más a través de sus cartas, sino también por medio de sus versos.
Esta correspondencia nos permite presenciar algo que roza el milagro: la sintonía espiritual entre tres almas que nacieron poetas.


Hace 30 años tradujo en solitario esta obra. ¿Cómo ha  sido reencontrarse con este texto?
Desde hace un par de años he comenzado a traducir de nuevo las primeras obras que traduje de Marina Tsvietáieva, entendiendo ahora la traducción literaria de una manera muy distinta a como la intuía cuando, deslumbrada por el universo tsvietaieviano que acababa de descubrir, las traduje por primera vez. 

"Esta correspondencia nos permite presenciar algo que roza el milagro: la sintonía espiritual entre tres almas que nacieron poetas".

Las Cartas del verano de 1926 es,  en mi opinión, un libro mágico, inagotable, un libro para mí muy especial al que siempre quise volver. Finalmente, se dieron las circunstancias propicias para realizar una nueva traducción que la editorial Minúscula ha publicado en una edición muy bella.

Entre la primera edición y esta última hay 30 años de oficio y aprendizaje.  Son dos reflejos distintos de un mismo original. Dos libros distintos entre sí.

El primero lo traduje, es cierto, en solitario. Para el segundo conté con la excelente compañía de Adan Kovacsics, quien tradujo las cartas escritas en alemán, y del poeta mexicano Francisco Segovia, con quien traduje a cuatro manos toda la lírica que aparece en el libro.


¿Cómo surgió esta admiración de Rilke por Rusia?
Rilke veía en Rusia a un país que viviría un florecimiento espiritual sin precedentes, algo del todo opuesto a la civilización occidental, corrompida por el racionalismo y cuyo declive ya se podía percibir. Veía en el pueblo ruso a un pueblo especial, “elegido de Dios”.

Rusia le entusiasmaba. Aprendió el idioma. Llegó incluso a pensar en trasladarse a vivir allá de forma permanente. La historia de Rilke y su pasión por Rusia es fascinante.


¿Qué ocurrió en 1926  para que Borís en Moscú, Rilke en Suiza y Tsvietáieva en Francia, entraran en comunicación?
Lo que dio inicio a la correspondencia entre Rilke, Tsvietáieva y Pasternak, fue la carta de felicitación que, tras un silencio de veinte años, envió Leonid Pasternak, padre del poeta, a su antiguo conocido Rainer Maria Rilke, con motivo de su quincuagésimo aniversario.

Éste le respondió comentándole, entre otras cosas, que había leído algunos poemas del joven Borís traducidos al francés. Por una casualidad afortunada, la mañana del día en que Pasternak supo que Rilke conocía algo de su obra, noticia que le causó un regocijo indescriptible, el joven poeta ruso había leído El poema del fin de Marina Tsvietáieva. Estas y otras “casualidades” hicieron que se trabara la relación epistolar entre los tres poetas.

¿No cree que fueron tres solitarios que de pronto encuentran a sus almas gemelas?
Creo que entre ellos hubo un entendimiento muy especial no sólo a nivel artístico sino también a nivel espiritual. Eso explica el altísimo nivel humano y lírico de esta correspondencia.


En mayo de 1926, Paternak le propone a Marina reunirse con ella en París y viajar juntos hasta el balneario de Valmont. Allí se encontrarían con Rilke, pero los planes se truncaron. ¿Qué sucedió?
Ella se lo cuenta de la siguiente manera a su amiga Anna Téskova en una carta que le escribe el 20 de marzo de 1931: “Durante el verano de 1926, después de haber leído en alguna parte mi Poema del fin, Borís se precipitaba enloquecidamente a mí, quería venir – logré disuadirlo: no quería una catástrofe general. (Durante años viví del sueño de encontrarme con él.)”


La pasión con la que Tsvietáieva escribía sus cartas, suscitó ciertas dificultades de comunicación entre ella y Rilke… 
Rilke estaba enfermo, muy enfermo, a pocos meses de la muerte, y Tsvietáieva, por más de una razón que el lector atento encontrará a lo largo del libro, no supo darse cuenta.


En las cartas Pasternak demuestra tener celos de Rilke, ¿cambió la relación entre ambos cuando Tsvietáieva comienza a cartearse con Rilke?
La relación epistolar entre los dos poetas rusos pasó por muy diversos momentos. Se cruzaron las primeras cartas en 1922 y la última carta que Tsvietáieva escribe a Pasternak está fechada en 1936.

A lo largo de todos estos años hubo épocas de una gran cercanía y otras de cierto distanciamiento, pero el hilo conductor de su correspondencia fue siempre la amistad, el respeto, la fascinación que cada uno de ellos sentía por la obra del otro.


En España la difusión de la poesía y la prosa de Marina Tsvietáieva ha sido gracias a usted.  Qué podría decirnos de ella como mujer y como escritora.
No quisiera reducir a unas cuantas líneas todo lo que la escritura y el ser de Marina Tsvietáieva suscitan en mí. Pero sí quisiera decir que a ella debo el haber descubierto mi vocación.

A ella debo también algunas de las lecciones decisivas en esto del oficio de la traducción literaria. A ella debo varias de las más grandes satisfacciones que he tenido como traductora.

Para mí es una figura deslumbrante. Una poeta inagotable, compleja, peculiar, exigente no sólo con el traductor, también con el lector, de quien pide un trabajo arduo y constante. El lector que está dispuesto a escucharla y a colaborar con ella, se ve plenamente recompensado.


Parece que Tsvietáieva pidió que su correspondencia con Rilke no viera la luz hasta pasados 50 años después de su muerte. ¿Ocurrió lo mismo con Pasternak? ¿Quién fue el guardián de esas cartas que por suerte hoy podemos leer? 
Los familiares de Pasternak fueron los depositarios de sus archivos. Su hijo, Evgueni Pasternak y su nuera, Elena Pasternak, junto con el también filólogo y traductor Konstantín Azadovski, fueron quienes compusieron este bello volumen que se conoce como Cartas del verano de 1926.  


Acaba de recibir el Premio de Traducción Tomás Segovia, en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Usted ha recibido premios muy importantes, ¿se siente una embajadora de la literatura rusa en España?
No trabajo únicamente para España, trabajo para todo el mundo de habla hispana. Muchas de mis traducciones se publican en México. Y sé, y me emociona pensar que también en otros países de América Latina los lectores enamorados de la literatura rusa tienen acceso a ellas.
 
La literatura rusa es inagotable. Yo sólo he traducido a un puñado de autores. He preferido adentrarme y profundizar en cada uno de ellos para entenderlo mejor y poder ofrecer a mis lectores una traducción rica, documentada y jugosa de la obra de aquellos creadores con los que me siento en sintonía. 
 
Para mí, ésta ha sido una opción más estimulante que traducir a una cantidad mayor de autores, privándome así de la oportunidad de entrar verdaderamente en su mundo. No sé si esta elección me da derecho a sentirme embajadora… Hay una cantidad inmensa de escritores a los que no represento…


FUENTE:
http://rusiahoy.com/cultura/2013/01/19/cartas_escritas_desde_el_alma_24025.html

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